Mi Testimonio del Parto Sagrado

 

Mi Testimonio del Parto Sagrado

Por la gracia de Dios, madre de cinco hijos en la Tierra y el Cielo.

Queridas hermanas en Cristo Jesús,

Con el corazón lleno de gratitud y gozo, hoy me animo por primera vez a relatar mis partos, esos momentos sagrados donde el Cielo y la Tierra se encontraron en mi hogar, en mi cuerpo, en mi alma.

He tenido cinco embarazos y tres partos hermosos en casa, cada uno acompañado profundamente por la oración, la confianza y el amor.

Primer embarazo – Tierra Santa

Ocho meses después de casarnos con mi esposo Luis María, recibimos la noticia de que estábamos esperando nuestro primer bebé. ¡Qué gozo! Justo estábamos en nuestra luna de miel, viajando por Tierra Santa, y allí nos enteramos de la bendición que Dios nos regalaba.

Lamentablemente, este primer embarazo no llegó a término. Fue un aborto espontáneo, vivido en oración y profundo recogimiento. Fue también un parto, pequeño pero lleno de amor. Estábamos en Israel, un lugar sagrado, y allí vivimos este misterio del dolor unido a la esperanza.

Dios nos sostuvo.

Segundo embarazo – Ectópico

Tres meses después, quedé embarazada nuevamente, pero no me di cuenta de inmediato. Aun así, algo en mí lo sabía. Al regresar a Argentina comencé a sentirme mal, fui al médico y me dijeron que no estaba embarazada. Pero yo sentía que sí.

Al final, era un embarazo ectópico. Me operaron de urgencia y perdí una trompa. Los médicos dijeron que sería difícil volver a concebir… pero esa noticia nunca me afectó. En mi corazón, sabía que estábamos en manos de Dios.

Y Él tenía otros planes.

Primer parto en casa – María Giana

Dos meses después de la operación, que fue 3 de enero, nuevamente ¡estaba embarazada! En plena pandemia, cuidamos mucho ese embarazo. Queríamos un parto en casa, pero no conocíamos parteras. A través de un curso de preparación, conocimos a una doula y luego a una partera tradicional.

Dios nos guió.

La noche del 1° de diciembre celebrábamos nuestro aniversario de casados, con una luna llena preciosa. Sentíamos que nuestra hija iba a nacer el 3 o el 8 de diciembre (día de la Inmaculada Concepción).

El 2 por la noche rompí bolsa, después de limpiar, hornear su primera torta y decorar la casa con amor.

Mi esposo me acompañó con ternura, masajes, agua, oración. Fue una noche de luz tenue, música suave, paz.

A las 12 del mediodía del 3 de diciembre nació María Giana, con la cabeza mirando hacia el cielo.

¡Un parto único, tan especial que emocionó a la partera con más de 20 años de experiencia!

Fue en una cabaña cálida, en un día soleado. No tuve ningún desgarro. Me sentí plena, fuerte, amada. Mi hija se prendió al pecho enseguida.

Ese día, sentí el Cielo en la Tierra.

Segundo parto en casa – Marcel José María

A los 8 meses de María Giana, quedé embarazada de nuevo. ¡Qué regalo tan inesperado y lleno de gozo!

Vivíamos en Paraguay, pero no encontrábamos partera tradicional. Así conocimos a Francis, una partera cristiana que fue una verdadera bendición.

Decidimos regresar a Argentina, a la casa de mis suegros, y allí preparar nuestro segundo parto en casa.

No me hice estudios médicos, solo una ecografía para saber el sexo: era un varón.

El bebé venía en posición podálica y Francis nos pidió que hiciéramos ejercicios. Oramos mucho.

Me encomendé con fuerza a Dios en la Misa de Pentecostés, ofreciéndole todo. Me llenó de paz.

La noche del 21 de junio, después de preparar la habitación y planchar su ropita, sentí que se acercaba el momento. Me fui a rezar a la capilla que tienen mis suegros en casa.

El dolor se volvía oración. No pude contactar a Francis, pero seguí preparándome con mi esposo.

Inflar la pileta no era opción porque todos dormían, pero nos entregamos a la voluntad de Dios.

A las 5:55 de la mañana, en la intimidad del hogar, nació Marcel José María, en posición cefálica.

¡En el último momento, él se giró! Francis llegó unos minutos después, revisó todo y confirmó que estábamos bien.

Fue un parto rápido, lleno de oración, confianza, amor y entrega.

Yo había pedido un parto sereno, y así fue.

Dios fue fiel. Nos regaló su paz.

El nacimiento de Bernardo María

Un parto de confianza, fe y batalla espiritual

Dios, en su sabiduría infinita, nos sorprendió una vez más.

Cuando aún teníamos los brazos llenos con nuestros dos pequeños, María Giana y Marcel José María —casi como mellizos por la cercanía de edades y cuidados—, Él confió en nosotros una vez más y nos regaló un nuevo embarazo.

La noticia llegó sin aviso, y aunque fue motivo de alegría, emocionalmente me sentía aún muy desbordada, sin haber terminado de acomodarme en mi interior.

Dos niños tan pequeños, la casa en movimiento, el trabajo, la vida familiar... y en medio de todo eso, la presencia de una nueva vida.

Nos encontrábamos con mi esposo en medio de un gran cambio: habíamos decidido mudarnos a Córdoba, y Dios fue abriendo cada puerta como solo Él sabe hacerlo.

Todo se fue dando como lo habíamos soñado: la casa, el entorno, la paz interior, la certeza de que estábamos caminando en Su voluntad.

Aun así, un tercer parto en casa requería preparación en todos los planos: emocional, espiritual, económico y físico.

Era una danza de armonía entre el cansancio, la fe y el amor.

Una vez más, contamos con la presencia sabia y amorosa de Francis, mi querida partera, quien ya nos había acompañado con tanto amor en el nacimiento de Marcel.

Como ahora vivíamos lejos, sólo pudimos tener un encuentro presencial durante el embarazo.

Pero el lazo que nos unía ya era profundo, tejido con gratitud y oración, así que confiamos en que ella viajaría a Córdoba para acompañarnos nuevamente.

Cuando hablamos del bautismo, no dudamos: Francis sería la madrina de Bernardo María.

Ella aceptó feliz, emocionada, y con más razón se comprometió a llegar a tiempo para el parto.

Ya cerca de los primeros días de noviembre, comencé a sentir contracciones fuertes tres días antes de la fecha esperada.

Acordamos con Francis la compra de su pasaje, y ella llegó el lunes.

Esa misma noche, el trabajo de parto comenzó discretamente, como un susurro de Dios.

Después de acostar a los niños más pequeños y rezar el Rosario, le dije a Francis: "Creo que estos dolores son reales..."

Comenzamos a rezar, preparar la habitación con luces suaves, aromáticas, silencio y oración.

Mientras me movía con la pelota, mi esposo me ofrecía masajes con ternura, como una verdadera doula.

Todo era cuidado, presencia, amor. Era la noche del 31 de octubre, una noche espiritualmente intensa.

Mientras rezábamos el segundo misterio de gloria del Rosario, ocurrió algo inexplicable:

un estruendo sacudió la casa, y se partieron dos ladrillos que cayeron muy cerca de donde estábamos.

Fue un gran susto… pero también una señal poderosa del cielo, una batalla espiritual que se estaba librando mientras nosotros respondíamos con la oración.

Era medianoche. Era tiempo de dar vida.

El trabajo de parto avanzó rápido, y a las 3 de la mañana del 1 de noviembre —festividad de Todos los Santos—,

nació Bernardo María, recibido por Francis, su madrina, en un acto de amor profundo.

Fue un parto hermoso, lleno de paz, luz y ternura.

La placenta tardó un poco en salir, quizás por la cantidad de agua que había tomado y mis ganas de ir al baño.

Pero una vez que fui, salió fácilmente. Luego me recosté con mi bebé en brazos…

su carita tan dulce, tan suave, tan dormilón, que ni siquiera quería prenderse a la teta.

A la mañana siguiente, sus hermanitos lo conocieron por primera vez.

Fue un momento tierno, simple, lleno de amor.

Una escena que guardaré por siempre en mi alma.

Cada parto fue un altar de amor

Este relato lo comparto desde el corazón, con la esperanza de que toque el alma de otras madres.

Porque cada parto es un altar donde Dios se hace presente.

Y cada hijo es una confirmación de que la vida es sagrada, bella y siempre sorprendente.


Laura Teresa Britez






Comentarios

Entradas populares de este blog

El fruto visible del Amor: Nuestra familia crece