Hábitos Saludables: Un Camino de Orden, Virtud y Viriditas. Segunda Parte

Cuarto Hábito: Movimiento como Oración

Para Santa Hildegarda, el movimiento no es un castigo ni una obligación estética:
es una forma de alabanza, un acto de gratitud hacia Dios por el cuerpo que nos ha confiado.

El cuerpo necesita moverse para que la sangre circule, los humores se equilibren y el alma encuentre espacio para respirar.
Hoy, la ciencia confirma lo que la Santa enseñaba hace casi mil años:
el movimiento suave, constante y alegre regula la inflamación, mejora el metabolismo, fortalece el sistema inmune y sostiene la salud emocional.


Principios Hildegardianos del Movimiento

1. Movimiento moderado y respetuoso

Hildegarda advertía que tanto la inactividad como el exceso dañan el cuerpo.
El punto justo es el movimiento que no agota, sino que renueva.

2. Moverse en el ritmo del día

Las actividades físicas más activas deberían realizarse cuando el sol está alto.
Por la tarde-noche, el movimiento debe ser más tranquilo, preparando el cuerpo para el descanso.

3. El movimiento purifica

Ayuda a liberar toxinas a través del sudor, mejora la digestión y limpia los pulmones.

4. Activa el ánimo

Caminar o estirarse con intención abre el pecho y eleva el espíritu.
Hildegarda decía que el alma alegra la sangre cuando se mueve en concordia con el cuerpo.


Moverse no es castigo: es gratitud por un cuerpo que Dios nos dio

Santa Hildegarda recomendaba actividad moderada, respetando la energía del día.

Opciones amorosas de movimiento

  • Caminar

  • Estiramientos suaves

  • Bailar con los hijos

  • Jardinería

  • Limpieza del hogar con intención

El movimiento libera toxinas, regula el azúcar en sangre y fortalece el ánimo.

“El cuerpo es la vestidura del alma; trátalo con dignidad.” – Santa Hildegarda


Quinto Hábito: Detox Suave y Cotidiano

La depuración no necesita ser extrema.
De hecho, Hildegarda advertía contra los excesos.
La clave es la suavidad constante.

Sugerencias de detox suave

  • Infusiones diarias de plantas medicinales (salvia, hinojo, melisa).

  • Ventanas digestivas: 12 horas entre la cena y el desayuno.

  • Bañarse con agua tibia y terminar con un leve toque de agua fría.

  • Friccionar el cuerpo con aceite tibio, como sugieren varias medicinas tradicionales.

El detox suave permite que el hígado, los riñones y la piel trabajen sin sobrecarga.


Sexto Hábito: Hogar Limpio y No Tóxico

El hogar es un pequeño monasterio.
Lo que respiramos y tocamos también influye en la salud.

Recomendaciones para un hogar más puro

  • Ventilar cada mañana.

  • Evitar fragancias sintéticas, aerosoles y velas perfumadas industriales.

  • Reducir el uso de plástico caliente.

  • Elegir productos simples: vinagre, bicarbonato, jabón natural.

  • Encender una vela bendecida o un ramito de hierbas sagradas para recordar la presencia de Dios.

“La creación entera es un espejo de Dios.” – Santa Hildegarda


Séptimo Hábito: Virtudes que Ordenan la Salud

En la visión de Santa Hildegarda de Bingen —y también en mi propia misión— la salud no es solo biología: es moral, espiritual y emocional.

La Santa enseñaba que cada vicio altera los humores del cuerpo, perturba la digestión, debilita los órganos y nubla el alma.
En cambio, cada virtud ordena, purifica, fortalece y embellece interiormente.

Las virtudes actúan como una medicina sutil y poderosa que regula el sistema nervioso, equilibra las emociones y da dirección a la vida interior.

Para Hildegarda, el alma y el cuerpo son un único tejido frente a Dios:
lo que hiere al alma, enferma al cuerpo. Lo que purifica el alma, sana al cuerpo.


Las Virtudes Esenciales para una Vida Sana

1. Templanza: La virtud que mantiene el equilibrio

La templanza ordena los apetitos y evita los extremos: ni privación ni exceso.

En la salud física se traduce en:

  • comer lo necesario,

  • descansar sin pereza,

  • moverse sin agotarse,

  • cuidar sin obsesionarse.

La templanza protege el hígado, el sistema digestivo y la claridad mental.
Es la virtud del “justo medio”, tan central en la obra de Hildegarda.


2. Alegría: Medicina luminosa para el sistema nervioso

Santa Hildegarda decía que la alegría “ensancha la sangre” y permite que el corazón respire.

La ciencia lo confirma:
la alegría regula el cortisol, modula la inmunidad y favorece la digestión.

No es euforia vacía, sino una alegría enraizada en Dios, la gratitud y la esperanza.


3. Paciencia: El bálsamo contra la ansiedad

La paciencia es la virtud que nos da tiempo interior.
Permite aceptar procesos, ritmos, límites y temporadas difíciles sin ansiedad o frustración.

Genera descanso para el sistema nervioso, calma para el corazón y estabilidad para la microbiota (sí: el intestino sufre con la impaciencia).

La paciencia es medicina para el alma impaciente del mundo moderno.


4. Humildad: La virtud que libera del peso del ego

La humildad no es empequeñecerse: es vivir en la verdad de lo que somos.

Permite:

  • pedir ayuda,

  • aceptar límites,

  • recibir consejo,

  • no cargar con todo,

  • caminar más livianas.

La humildad reduce tensiones internas, baja la inflamación emocional y abre el alma a la gracia.


5. Caridad: El amor que sana hacia dentro

La caridad, el amor activo, es la virtud que expande el corazón.

Actuar con bondad, perdón, servicio y ternura transforma la fisiología interior:

  • baja la presión arterial,

  • aumenta serotonina,

  • mejora la percepción del bienestar,

  • repara vínculos,

  • purifica el alma.

Para Santa Hildegarda, la caridad es un fuego suave que derrama salud sobre quien la practica.


La emoción ordenada fortalece: la emoción desbordada intoxica

Las emociones son fuerzas espirituales que también afectan la biología.

La ira, la tristeza, el miedo o la envidia sostenidas se vuelven tóxicas para el cuerpo:
alteran la digestión, duermen la inmunidad y producen estancamiento.

En cambio, las emociones bajo la guía de las virtudes fortalecen todos los sistemas del cuerpo.

La salud plena nace de un alma ordenada.


Conclusión: La Salud es Camino, No Perfección

La salud no es un proyecto de exigencia ni una lista interminable de reglas.
Es un camino viviente, un proceso que se despliega paso a paso, con suavidad, con paciencia y con la gracia de Dios.

No necesitamos hacerlo todo perfecto.
Necesitamos comenzar con un hábito, sostenerlo con amor, y permitir que Dios complete en nosotros lo que no podemos hacer solos.

La verdadera salud no es una meta rígida, sino una peregrinación diaria hacia la armonía interior, donde el cuerpo, el alma y la mente vuelven a dialogar en paz.

“El alma es la maestra del cuerpo.” – Santa Hildegarda de Bingen

Cuando ordenamos nuestras costumbres, serenamos nuestras emociones y dejamos entrar la luz de la fe en la vida cotidiana, la viriditas —esa fuerza verde que repara, ilumina y renueva— brota nuevamente dentro de nosotros.

Es ahí donde la salud comienza:
en lo pequeño, en lo constante, en lo humilde,
en cada acto cotidiano ofrecido con intención y amor.


Dedicatoria a mis Lectores

Dedico este artículo a cada persona que está buscando un camino nuevo, más sano, más luminoso y más enraizado en Dios.

Sé que no es fácil.
Sé que hay días en que parece imposible ordenar la vida, cambiar hábitos o recuperar la salud.
Pero también sé —porque lo he vivido— que cuando caminamos hacia la cruz, hacia el Calvario, acompañados de Cristo, todo se vuelve más llevadero, más humano y más posible.

Este camino no es de perfección, sino de perseverancia.
No es de fuerza personal, sino de gracia.
No es de rapidez, sino de fidelidad.

Si yo pude comenzar, caer, volver a empezar y avanzar… tú también puedes.

No bajes los brazos.
Cada pequeño acto, cada día que elegís ordenarte un poco más, cada esfuerzo ofrecido a Dios, abre la puerta a una vida más plena y más sana.

Camina con paciencia.
Camina con amor.
Camina con fe.
Y dejá que Cristo haga el resto.

Con todo mi cariño, mi oración y mi misión al servicio de tu salud,
Laura Brítez
Fitoterapeuta Católica
Regenera con Laura Brítez

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