La enfermedad moderna en la infancia. Primera parte

La enfermedad moderna en la infancia

Una mirada integral desde la fitoterapia del bien

“La salud no se sostiene por la ausencia de un solo factor, sino por el equilibrio del todo.”

Hoy muchos padres conscientes se preguntan —con desconcierto y a veces con dolor—:

«¿Por qué mis hijos se resfrían, tienen mocos persistentes, garganta tomada o infecciones repetidas,
si no están vacunados, si viven en contacto con la naturaleza, si hacen escuela en casa y reciben cuidados amorosos?»

Esta pregunta es legítima. Y también requiere una respuesta honesta, profunda y sin simplificaciones.

Desde la fitoterapia del bien —inspirada en la sabiduría natural, en Santa Hildegarda de Bingen y en una visión integral del ser humano— es importante decirlo con claridad y caridad:

la enfermedad moderna no se explica por una sola causa, ni se evita retirando un único factor.

Muchas veces creemos que un solo elemento nos protegerá: no vacunar, educar en casa o vivir en contacto con la naturaleza. Sin embargo, la salud es más profunda. Cuando el terreno interno está cansado, inflamado o intoxicado, el cuerpo igualmente buscará expresarlo.

Vivimos en un tiempo profundamente intoxicado, acelerado y desvitalizado. Ese entorno atraviesa incluso a las familias más conscientes.


1. La sobrecarga digestiva: el origen silencioso

En la actualidad, la mayoría de los niños —vacunados o no— están expuestos a una alimentación difícil de procesar para su sistema digestivo inmaduro. Incluso en hogares conscientes, suelen aparecer con frecuencia:

  • Harinas refinadas y productos a base de trigo procesado

  • Azúcares ocultos en alimentos aparentemente “inofensivos”

  • Lácteos industrializados, pobres en vida y difíciles de digerir

  • Productos ultraprocesados

  • Comidas rápidas o prácticas, aunque sean preparadas en casa

Este tipo de alimentación no siempre genera síntomas inmediatos, pero sí provoca una sobrecarga digestiva progresiva. El intestino comienza a fermentar, a producir exceso de mucosidad y a mantenerse en un estado de inflamación silenciosa.

Cuando la digestión no es completa ni eficiente, el cuerpo pierde una de sus funciones más importantes: eliminar correctamente lo que no necesita. Un intestino cansado no puede sostener una inmunidad fuerte ni una respuesta equilibrada frente a los desafíos cotidianos.

Por eso, manifestaciones como:

  • Garganta tomada

  • Voz gangosa

  • Mocos persistentes o repetidos

no son casualidad ni mala suerte. Son formas de drenaje, vías alternativas que el cuerpo utiliza para expulsar aquello que no logró eliminar por los canales digestivos adecuados.

Santa Hildegarda de Bingen observó con claridad este principio y lo dejó expresado en su obra:

Cuando el cuerpo no puede depurar por donde corresponde, busca otras salidas para proteger el equilibrio interno.

Desde esta mirada, los síntomas no son enemigos a combatir, sino mensajes del organismo que invitan a aliviar la carga, ordenar la alimentación y devolver al sistema digestivo su capacidad natural de sostener la salud.


2. Parásitos, hongos y toxinas ignoradas

Muchos niños conviven —sin diagnóstico ni acompañamiento— con:

  • Parásitos intestinales

  • Hongos

  • Metales pesados

  • Residuos de pesticidas

  • Plásticos y disruptores endocrinos

  • Agua no filtrada

Un niño con parásitos no puede tener una inmunidad fuerte, por más sol, naturaleza u amor que reciba.

Un organismo intoxicado vive en estado de alerta permanente. El resfrío no es el enemigo: es una válvula de escape.


3. Deshidratación celular y pérdida de minerales

Muchos niños “toman agua”, pero:

  • No es filtrada

  • No contiene minerales

  • No hidrata verdaderamente la célula

Sin agua viva, con electrolitos naturales, no hay limpieza interna ni mucosas sanas.

La deshidratación celular genera sequedad, inflamación y debilita las defensas. El cuerpo, nuevamente, responde con enfermedad.


4. El entorno invisible que también enferma

Radiaciones y luz artificial

Aquí entramos en una causa moderna muchas veces minimizada, pero profundamente relevante.

Hoy los niños están expuestos —desde edades tempranas— a:

  • Radiación WiFi

  • Antenas 5G

  • Teléfonos celulares

  • Tablets

  • Televisores

  • Dispositivos electrónicos constantes

No vemos la radiación, pero sí impacta en las células, especialmente en las mitocondrias, las centrales energéticas del organismo.

Cuando la mitocondria se debilita:

  • Baja la energía vital

  • Se altera la respuesta inmune

  • Aumenta la inflamación

  • Se enlentece la regeneración

A esto se suma el uso constante de luz blanca y luz azul, especialmente de noche.

La luz artificial intensa:

  • Apaga la producción natural de melatonina

  • Altera el ritmo circadiano

  • Afecta el descanso profundo

  • Debilita el sistema inmune

Un niño que no descansa bien —aunque duerma horas— no repara su cuerpo.


5. Las emociones también hablan a través del cuerpo

Esta es una de las causas más delicadas y, a la vez, más olvidadas.

Los niños:

  • Perciben tensiones familiares

  • Absorben miedos no dichos

  • Atraviesan crisis de crecimiento

  • Viven cambios que no siempre pueden expresar

El cuerpo infantil es honesto: dice lo que el alma no puede poner en palabras.

Gargantas tomadas, voz gangosa y resfríos recurrentes suelen aparecer en momentos de:

  • Inseguridad

  • Cambios profundos

  • Necesidad de contención

  • Falta de orden interior

No es culpa del niño.
No es culpa de los padres.
Es un llamado a más presencia, más escucha y más ternura.


La enfermedad moderna: una señal del cuerpo, no un castigo

Cuando hablamos de enfermedad en la infancia, es importante cambiar la mirada.

La enfermedad moderna no es un castigo ni un error, sino una forma que tiene el cuerpo de avisar que algo necesita ser ordenado.

Hoy no enfermamos porque “hicimos todo mal”. Enfermos porque vivimos dentro de un sistema que, muchas veces sin darnos cuenta:

  • Sobrecarga al cuerpo con estímulos constantes y alimentos difíciles de digerir

  • Intoxica con químicos, plásticos y residuos ambientales

  • Acelera los ritmos naturales, dejando poco espacio para el descanso y la reparación

  • Desconecta de la naturaleza y del silencio interior

  • Desnaturaliza los procesos normales de crecimiento y sanación

Frente a este contexto, el cuerpo infantil —sabio, sensible y aún poco endurecido— responde.

Por eso es fundamental comprender que:

  • El resfrío no es el enemigo: es una vía de limpieza

  • La mucosidad no es el problema: es protección y eliminación

  • La fiebre no es un error: es una respuesta inteligente del sistema inmune

Estas manifestaciones no son fallas del organismo, sino intentos de recuperar el equilibrio.

Cuando acompañamos al cuerpo en lugar de combatirlo, cuando ordenamos el terreno en vez de silenciar los síntomas, la salud deja de ser una lucha y vuelve a ser un proceso natural.


En la segunda parte, abordaremos cómo acompañar este proceso desde lo simple, lo cotidiano y lo esencial, volviendo a los elementos de la Creación.


🔗 Más contenido en:
Fitoterapia Católica con Lau – Instagram


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El fruto visible del Amor: Nuestra familia crece