La enfermedad moderna en la infancia. Segunda parte: Volver a lo esencial

Volver a lo esencial

Hábitos, elementos y orden interior como medicina

Cuando el cuerpo no falla, sino que pide ser escuchado

En la primera parte de este camino compartimos una mirada integral sobre la enfermedad moderna en la infancia: no como un error del cuerpo, sino como una respuesta inteligente a un terreno sobrecargado, acelerado y muchas veces desordenado.

Comprender que el cuerpo no está fallando, sino buscando orden, cambia profundamente la forma en que acompañamos la salud de nuestros hijos… y también la nuestra.

En esta segunda parte deseo profundizar en cómo volver a ese orden, no desde la exigencia ni la obsesión, sino desde hábitos simples, cotidianos y profundamente humanos. Volver a los ritmos de la Creación, al descanso verdadero, a los elementos que sostienen la vida y a una presencia más consciente en el hogar.

No se trata de hacer más, sino de retirar lo que estorba, escuchar con más atención y permitir que el cuerpo recuerde lo que siempre supo hacer: regenerarse cuando el terreno se lo permite.

Si llegaste hasta aquí, esta segunda parte es una invitación a continuar caminando con calma, sin miedo y con confianza.


Volver a lo esencial sin miedo ni obsesión

Sin caer en el miedo ni en la obsesión, es posible proteger y fortalecer el terreno infantil volviendo a lo esencial. La Creación misma ofrece los remedios más simples y profundos.


Luz

  • Priorizar la luz natural durante el día

  • Evitar luces blancas y pantallas al caer la tarde

  • Usar luces cálidas por la noche para respetar el ritmo biológico

La luz ordena el reloj interno. Cuando el cuerpo reconoce el día y la noche, descansa mejor y se repara con mayor profundidad.


Pantallas y radiaciones

Lo que no se ve también influye

Las pantallas y las radiaciones forman parte de la vida cotidiana. No siempre las percibimos, pero eso no significa que no tengan efecto sobre el cuerpo, especialmente en los niños, cuyo sistema nervioso y celular aún está en desarrollo.

La exposición constante a WiFi, celulares, tablets y otros dispositivos genera un estímulo permanente sobre el organismo. Aunque no se vea, este estímulo puede alterar el descanso profundo, la concentración y la capacidad de recuperación del cuerpo.

Por eso se recomienda:

  • Reducir el tiempo de exposición diaria, ofreciendo espacios reales de calma y silencio

  • Apagar el WiFi por la noche, si es posible

  • Evitar dispositivos en dormitorios infantiles

  • Favorecer el juego libre, manual y creativo, que regula el sistema nervioso

No se trata de eliminar la tecnología, sino de ponerla en su justo lugar. Cuando el entorno se vuelve más simple y menos estimulante, el cuerpo infantil puede relajarse, dormir mejor y sostener una inmunidad más fuerte.


Descanso

  • Horarios regulares de sueño

  • Dormir en oscuridad real

  • Rutinas nocturnas tranquilas que preparen cuerpo y alma

El descanso no es solo dormir: es permitir que el cuerpo repare lo vivido durante el día.


Agua

Elemento Agua

  • Agua filtrada

  • Agua con minerales naturales o una pizca de sal marina sin refinar

  • Hidratación distribuida a lo largo del día

Sin agua viva no hay limpieza interna ni mucosas sanas. El cuerpo necesita agua que nutra, no solo que llene.


Tierra

Volver a lo esencial, no a una moda

Caminar descalzos, tocar la tierra, jugar en el pasto o en el jardín no es una práctica nueva ni una moda reciente. Es algo que el ser humano hizo durante siglos.

El contacto directo con la tierra ayuda al cuerpo a regularse, descargar tensiones y reencontrar su propio ritmo. En los niños favorece la calma, el enraizamiento y la estabilidad emocional.

Cuando los pies tocan el suelo, el cuerpo recibe señales de seguridad y presencia. El sistema nervioso se relaja y el organismo puede salir del estado de alerta constante que impone la vida moderna.

A esto se suma una alimentación simple, real y poco procesada: alimentos reconocibles, cercanos a su forma original, que devuelven al cuerpo la capacidad de digerir sin esfuerzo.

Volver a la tierra —en el cuerpo y en el plato— no es retroceder: es recordar lo que siempre sostuvo la salud.


Sol y aire

Medicina silenciosa querida por Dios

Elementos Aire y Fuego

La exposición diaria al sol, el contacto con el aire libre y el movimiento natural no son tendencias modernas. Son principios antiguos de salud, profundamente arraigados en el orden de la Creación.

Santa Hildegarda de Bingen enseñaba que el ser humano fue creado para vivir en armonía con los elementos, y que al separarse de ellos, el cuerpo y el alma se debilitan.

“El fuego del sol da fuerza al cuerpo y alegría al corazón del hombre, cuando se recibe con medida.”
— Santa Hildegarda de Bingen

El aire limpio y en movimiento es portador de vida. Ventilar los espacios, respirar profundamente y pasar tiempo al aire libre permite que el cuerpo se renueve y que el ánimo se aliviane.

“Así como el aire sostiene la vida de la tierra, también sostiene la vida del hombre.”
— Santa Hildegarda de Bingen

Hábitos simples como:

  • Exponerse diariamente al sol de manera consciente

  • Ventilar los hogares

  • Respirar aire libre

  • Mover el cuerpo, correr, jugar, caminar

no son detalles menores, sino medicina silenciosa.

“El hombre fue creado para vivir en equilibrio con la creación; cuando se separa de ella, su cuerpo se resiente.”
— Santa Hildegarda de Bingen

Volver al sol, al aire y al movimiento no es una moda. Es regresar humildemente a lo que Dios dispuso para sostener la vida.


Reflexión final

La verdadera pregunta no es:

«¿Por qué se enferma mi hijo?»

sino:

«¿Qué me está pidiendo su cuerpo que ordenemos, depuremos, simplifiquemos o abracemos?»

Desde la fitoterapia del bien, el camino no es luchar contra la enfermedad, sino regenerar el terreno:

  • Digestivo

  • Metabólico

  • Emocional

  • Espiritual

  • Ambiental

Cuando el terreno se ordena, el cuerpo recuerda cómo sanar.

La salud no se fuerza: se permite.


Testimonio familiar

Cuando el orden interior devuelve la paz

Como madre y como fitoterapeuta, siento importante compartir también un testimonio sencillo y verdadero.

Durante mis embarazos y los primeros años de crianza de mis hijos, llevábamos una vida más desordenada. No desde la falta de amor, sino desde lo que hoy reconozco como una sobrecarga invisible: más intoxicación, más toxinas acumuladas, menos conciencia del descanso, de la alimentación real y del cuidado integral del terreno.

En ese tiempo, aun sin recurrir a vacunas, nos enfermábamos con frecuencia, los resfríos eran repetidos y el descanso nocturno estaba alterado. Dormíamos, pero no reparábamos. El cuerpo estaba siempre intentando compensar.

Con los años, y gracias a un camino de depuración, orden interior y retorno a lo esencial, algo profundo comenzó a cambiar.

Hoy puedo decir, con humildad y gratitud, que:

Ninguno de mis hijos se despierta durante la noche.

Dormimos profundamente y descansamos de verdad.

Las enfermedades son escasas y leves.

Las emociones en el hogar están más equilibradas.

Pero hay algo aún más importante: vivimos en la providencia de Dios.

Como padres, hemos aprendido a confiar, a soltar el control excesivo y a poner nuestra familia en Sus manos. Esa confianza no es pasividad: es orden interior, es paz, es coherencia entre lo que creemos y cómo vivimos.

Los niños lo perciben todo. Absorben nuestras tensiones, pero también nuestra fe. Cuando los padres caminan con confianza, los hijos descansan.

He visto con claridad que muchas desarmonías emocionales en los niños no nacen en ellos, sino en el clima interior de los adultos que los rodean. Cuando el hogar se apoya en la providencia y no en el miedo, el cuerpo infantil deja de vivir en alerta.

Este camino no es perfección. Es coherencia, humildad y confianza.

 

“El alma da vida al cuerpo, y cuando el alma está en paz y en orden, el cuerpo encuentra su justa medida.”

Santa Hildegarda de Bingen


Al lector, con el corazón abierto

Este artículo nació en silencio, no en la urgencia de decir algo, sino en el deseo profundo de acompañarte. No fue escrito para generar miedo, ni para señalar errores, ni para imponer una forma de vivir. Fue pensado para invitar a una pausa.

Todo lo que aquí comparto brota de mi propia historia, vivida día a día como madre y esposa, en un camino imperfecto, lleno de aprendizajes, caídas y retornos a lo esencial. No hablo desde un lugar de autoridad académica, sino desde la experiencia concreta, observada con el tiempo y sostenida por la fe.

No tengo títulos universitarios que respalden estas palabras. Tengo, en cambio, horas de estudio amoroso, escucha atenta del cuerpo humano y una profunda gratitud por la sabiduría que nos dejaron almas como Santa Hildegarda de Bingen, junto a médicos y terapeutas que se atrevieron a salir de una medicina fragmentada para volver a mirar al ser humano como un todo.

Creo en una medicina que no se limita a callar síntomas, sino que se pregunta por el terreno, por el ritmo de vida, por la carga emocional, por el alma que habita ese cuerpo. Creo también en el valor de los avances médicos cuando son necesarios, y en la importancia de saber cuándo recurrir a ellos y cuándo volver a lo simple.

Si estas palabras logran que te observes con más ternura, que ordenes un pequeño gesto cotidiano, que recuperes la confianza en los procesos naturales del cuerpo y en la providencia de Dios, entonces este texto habrá cumplido su misión.

Nada más. Nada menos.


Oración

Señor Dios de la Vida,
que creaste el cuerpo con sabiduría
y el alma con delicadeza,
enséñanos a volver a lo simple,
a escuchar lo que el cuerpo dice
y a no vivir desde el miedo.

Danos un corazón atento,
paciencia para respetar los tiempos
y humildad para reconocer
cuándo descansar,
cuándo depurar
y cuándo pedir ayuda.

Que nuestros hogares sean lugar de orden y de paz,
que nuestros niños puedan descansar seguros,
y que aprendamos a confiar
en la vida que Tú sostienes.

Ponemos nuestra salud, nuestro camino
y nuestra familia en Tus manos providentes.

Amén.


Regenera con Laura Britez
Fitoterapeuta Católica
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